En la vida cotidiana, la rutina nefasta, eres quien el mundo espera que seas. Eres todo lo que no quieres, pero que los demás pretenden de ti. Sólo cuando escribes, cuando tus dedos dibujan palabras realmente eres tú, o los varios personajes que te componen cuál un rompecabezas. Dejas en tus textos entrever tu esencia, tu verdadero ser. No el mejor, pero real.
La antítesis en dos realidades, paralelas y lejanas, separadas por un abismo que has combinado sin dificultades de saltar de uno a otro lado, pero aún así con la amenaza de poder caer en las profundidades y perderte en la obscuridad de la nada.
Sería mejor (y porque no más sencillo) ser una y la misma, pero la sencillez no es una de tus características en ningún ámbito. La ambivalencia ha tomado un gusto exquisito para tu paladar tan fino.
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