Ha aparecido frente a mí, de nuevo, el despreciado momento
en el que me pregunto, una y otra vez, hacia dónde salir corriendo. Inmóvil en
la espesura de la obscuridad, sé que un paso en falso puede acabar con todo. No
me animo a moverme, o mejor dicho, no se hacia dónde debería hacerlo. Hoy, aquí
y ahora no sé nada sobre todo aquello que siempre creí saber muy bien.
Mientras enciendo un cigarrillo me encuentro maldiciendo aquel día. Ese maldito
y al mismo tiempo tan bendito día, en el que todo cambió de repente. Nunca nada
ha vuelto a ser igual. Y no puedo negar que quizá eso haya sido, un poco, lo
que me ha salvado. El espejo a lo lejos me murmura lo que he de aceptar.
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