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26 feb 2011

extrañando el invierno.

Recordando cuando pasaban las mañanas, las madrugadas del cotidiano vivir del frío invierno encerrado en los cuerpos abrigados de ropa, casi sin el inapreciable asomo de piel. Mi cuerpo enmudecido con las melodías algo tristes del aleatorio de la vida, no se detiene, recorre, siente pero siempre extrañando el invierno, pero no cualquiera sino aquel invierno que era heterogéneo, con otra esencia. Donde cualquiera podía sentir que estaba siendo esclavo de las heladas más fuertes del milenio. Aquel invierno era uno de los más congelados, con los cambios climáticos más rotundos, como el corazón de un bipolar, o de alguien con trastorno de personalidad. Donde el corazón al fin siente, se retuerce y a veces parece arañar. 
Y así pasaban los días de manera desigual. Las mañanas eran de un café y un cigarrillo, ponerse el abrigo y salir a la monotonía tan tediosa de siempre.
Las copas de vino estaban derrotadas en la esquina de la vieja ciudad, del patrimonio nacional, las cajas del vino barato y las botellas del trago más rancio destruidas, cortadas después de arduas luchas callejeras.
Y Ahora no, las mañanas cambiaron; ya casi ni se asoman. Y sí, el cielo está nublado, y mi corazón entre sus manos, esperando a que nunca salga el sol porque el frío siempre termina por abrigar mejor.


2 comentarios:

  1. También extraño el invierno, es una de mis estaciones preferidas junto al otoño.
    Muy lindo texto.
    Saludos!

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